miércoles, 13 de junio de 2007

El fantasma malsano

La lluvia amenaza el faro en la oscuridad. La lluvia amenaza a la muerte en el descanso de los durmientes. Una amenaza noctívaga, sin duda, de sombras y luces trémulas sobre la superficie del agua. Un ligero bullicio de pasos que se arrastran por el pasillo perturba el silencio. Silencio profundo de la noche. Noche de otoño. Ronca y silva el viento en el malecón. En el pasillo, los pasos se hacen fuertes como galopes de caballos sobre un patíbulo. Además, el estallido de las olas en los peñascos parece iniciar una serena orquestación. En tanto, la lluvia arremete otra vez, ahora contra las pantallas de luz que iluminan la calle. El espejo del mar se estremece cuando el brazo de luz del faro gira en la noche y la acaricia. Entonces, de una banca de piedra del malecón, una sombra flaca y lenta se pone de pie. Sobre sus hombros encorvados, una nube de vapor se eleva tan igual a un fantasma. Parece ser un hombre ceniciento, pues su figura se muestra fatigada y con un espíritu que pesa en su semblante como una piedra en pena. Con esfuerzo busca un cigarrillo en su gabán, que estruja inmediatamente entre los labios y que apura a encender. Es otoño aún: gris, humo, color sombrío y pesado en la triste geografía de la playa. Los árboles están completamente desnudos de hojas; contra la oscuridad del cielo, parecen los cadáveres de belicosos guerreros aprestándose a una lucha inútil. Bajo el brazo arqueado de uno de ellos, que otea el cielo trémulamente, el hombre mira hacia arriba, con los ojos acuosos, manteniendo la cabeza erguida durante unos segundos, e inmediatamente baja la vista. Aspira el humo de su cigarrillo, con fruición, y mete la mano izquierda en el bolsillo de su abrigo. Camina con paciencia, como pidiendo disculpas, aunque acaso con desánimo, sin vigor. Sus pasos se vuelven cortos y la acera del malecón se desdibuja tenebrosa en la noche, hacia donde la penumbra lo devorará por completo. Las tinieblas lo ocultan lentamente. Ahora es sólo un sombrero caído que flota en la niebla, ahora un ojo ígneo que se apaga en el aire. La muerte soportará otra vez una nueva maldición, la maldición del hombre que se esfuma en la niebla. Es el anuncio del infierno.

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